Miraba a través de la ventanilla del coche, la condensación apenas dejaba ver el exterior, así es que decidió hacer un pequeño círculo con el dedo y borrar lo de dentro, aquella sería su pequeña ventana al exterior.
-¿Queda mucho mamá?- preguntó impaciente por llegar.
– No cariño, busca los colores resplandecientes y cuando los veas, entonces sabrás que hemos llegado.
Pero por más que miraba no veía nada más que los faros de los coches. De repente cerró los ojos y se imaginó aquellos colores flotando, bailando sobre la plaza del pueblo, niños jugando con ellos. Quiso que fuese real.
-Ya hemos llegado…
Abrió los ojos y se encontró delante de un árbol enorme, pero era una árbol blanco, y en la punta no había una estrella, le habían puesto un gran lazo rojo.
-¿Por qué no tiene estrella mamá?-
– Porque la navidad es blanca y es un gran regalo
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